en nombre de su Maestro, ni adorarle juntamente con su pueblo en la casa de Dios; pero, al igual que su Señor, pueden orar. ¡Y quién sabe si sus oraciones no serán más eficaces en el Reino de Dios que buena parte de la actividad de otros! Es imposible para nosotros medir el poder o el valor que tuvieron las oraciones de nuestro Salvador en la Cruz, cuando se dirige a su Padre demostrando que no había perdido conciencia de su singular relación con Dios. Tanto más significativo es esto si recordamos
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